
Sólo él me hizo subir, tocar el cielo con los dedos, pero al perderle así, de forma inesperada, la bajada fue en caída libre, sin frenos, en picado, directa al suelo. Estaba demasiado alto como para poder parar, demasiado rápido. Al ser la caída tan brusca las heridas fueron más profundas y tardé más en cicatrizar y en levantarme.
Una vez que caí el vértigo es más fuerte, al subirme en la torre y asomarme y mirar al suelo, sólo pienso en la caída y las heridas rejuvenecen tan sólo con mirar abajo. Tengo miedo, miedo a volver a caer, a volver a herirme. No quiero volver a subir.
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